Pues bien, si, bajo el influjo del “peyotl”, los sentidos humanos reciben las vibraciones acústicas con todos los honores que, en estado normal, sólo se conceden a las luminosas, será porque el aparato humano ha obrado como el “lentizador” del cinematógrafo, en proporción inversa. Para retratar la trayectoria de una bala, la cámara trabaja con velocidad vertiginosa. Para darnos en unos segundos el crecimiento de una planta, lo que dura varios meses, la cámara opera con lentitud exasperante. Pues de modo parecido para que la vibración acústica media —que empieza a ser perceptible a los 200 metros por segundo— afecte nuestra biología como vibración luminosa —lo que está algo más arriba de los 300 billones de metros por segundo— será que nuestra biología retarda en la misma proporción. Nótese que ya la música eléctrica admite aparatos en que la emisión luminosa se traduce en sonido —fenómeno inverso al del “peyotl”—, mediante un sistema que consta de una lámpara más una rueda dentada que la intercepta, más una célula fotoeléctrica o ampolleta de vacío con capa de potasio al fondo, más un contacto entre ésta y un bloque de pilas, y al cabo, un audífono. Que tal es el principio de la radioemisión.
Interpretación del “peyotl”, Alfonso Reyes